Historia

MARCO HISTORICO Y GEOGRAFICO
Los términos nabata, navata, navade o navas, que sirven para designar en el Alto o en el Bajo Cinca la misma realidad, parecen derivados del latino navis. Definen lo mismo el castellano almadía (de origen árabe) y el catalán rai (de origen latino).
Año 1910. Nabateros en Tortosa
Cada nabata está formada por el acoplamiento de varios tramos de troncos atados entre sí, que forman -en conjunto--- una plataforma articulada que puede dirigirse mediante dos o más remos, situados en la parte delantera y trasera de cada nabata.
Probablemente, fueron plataformas de este tipo las primeras embarcaciones de las que dispuso el hombre en la prehistoria, y es probable también que date de estos remotos tiempos la costumbre de transportar troncos atados por los ríos.
El origen latino de las palabras navata, nabata y rai tal vez señale una continuidad, no sólo en el uso del vocablo, sino también en las tareas del oficio -en los Pirineos-desde los lejanos tiempos de la Roma Imperial, hasta mediados de nuestro siglo.
A lo largo de los tiempos, el tráfico nabatero ha estado sometido, como el de cualquier mercancía, a múltiples variaciones. A épocas de auge del comercio maderero -vinculadas a intensa actividad naval y constructora- han seguido otras de gran decadencia. La cuantificación del tráfico maderero en los ríos altoaragoneses y su evolución a lo largo de los siglos, habría de ser parte importante de este capitulo; sin embargo, estos estudios cuantitativos presentan grandes dificultades en lo referente al río Cinca, mientras sucede lo contrario en el río Aragón.
Este último, tras nacer en el Pirineo aragonés y discurrir bastantes kilómetros en dirección perpendicular al eje de la cordillera, se dirige hacia el W., riega las tierras de Berdún y entra en Navarra. Del carácter interregional del río Aragón deriva parte de la abundante documentación almadiera que sobre este río se conserva.
Parece que los primeros documentos navarros que hacen referencia al tráfico almadiero son del siglo XIV, aunque esto no significa que anteriormente no bajaran almadías, ya que la historia de este transporte -como dice Idoate- "se pierde en la noche de los tiempos". En los primeros siglos (documentados) de trafico maderero por el río Aragón, eran almadieros chesos quienes conducían los troncos.
Hasta el siglo XVIII monopolizaron los chesos la conducción de troncos por el río Aragón. Durante este siglo, los roncaleses desplazaron a los aragoneses en el oficio de las almadías. Parece que durante el siglo XIX el tráfico fluvial de troncos por el Aragón, sin alcanzar la continuada intensidad del último tercio del XVIII, siguió siendo abundante. Fue decreciendo a lo largo del presente siglo hasta desaparecer en los años treinta. Reapareció después de nuestra Guerra Civil, pero sólo durante cuatro o cinco años, porque a mediados de los años cuarenta se extinguió totalmente.
Señala Lacarra que, durante el siglo XIV, la madera de Sobrarbe se hacía descender por el Cinca. Durante el siglo XVIII, los testimonios del P. Faci, de Bernardo López y de Jordán de Asso indican la existencia de transporte de troncos por el Cinca. En el siglo XIX, el inglés Ford y el francés Schrader cuentan cómo por el Ara y el Cinca descendía troncos de pino y abeto hasta el Mediterráneo.
Comentario aparte merecen las noticias que ofrece el autor de los manuscritos titulados veintiún libros de los Ingenios y de las Máquinas, escritos hacia finales del siglo XVI y atribuidos hasta hace poco tiempo al relojero real Juanelo Turriano, cuya paternidad sobre la obra citada se pone ahora en duda con sólidas pruebas. Quien quiera que sea, el autor ofrece importantes datos, tanto sobre las almadías en general como sobre el tráfico de las mismas por los ríos aragoneses. Sobre esto último dice en el libro XVI: "El río Guadalaviar no las lleva grandes, digo largas, las maderas ni menos el río Cabriel por causa de las vueltas del río Enro trahe muy grandes maderas y muy largas y gruesas, y trahe muy pocos maderos quadrados eI río de Pamplona no trahe maderas ni gruesas ni delgadas mas sólo rajas para quemar y para hacer cubas; el río Anca trahe maderas muy crecidas ansí de largo como de gruesao, el río Isávena, no trahe maderas q'sean gruessas ni tampoco largas, el río Mijares no lleva ni grandes ni pequeñas, porque no tiene cerca montes".
Es cierto que no existe ningún río de esas características llamado Anca, como pone en la edición impresa del manuscrito. Con toda seguridad, el río así llamado es en realidad el Cinca.
Si admitimos como razonables los argumentos citados, nos encontramos ante un testimonio -de finales del siglo XVI- que muestra la importancia nabatera del río Cinca, a la vez que cita otros ríos pirenaicos por los que también descienden troncos: Segre, Isábena y Gállego; sorprende que el autor no cite el río Aragón, cuando poseemos pruebas que demuestran un importante tránsito almadiero por este río en los años en los que se escribieron los veintiún libros...
El autor de estos libros señala cómo los troncos, tras ser derribados los árboles y pelados, son arrastrados hasta los pequeños barrancos, por los cuales llegan -flotando- hasta los grandes ríos, donde son armadas las almadías. Después explica cómo se construían las almadías. También explica -y reproduce en un dibujo- las herramientas de picadores y nabateros.
De la lectura de cuanto dice el desconocido autor de los veintiún libros... y de la observación del dibujo de la nabata que aparece en su obra, podemos deducir que el oficio de nabatero, sus herramientas, materiales y técnicas, no sufrieron variación desde el siglo XVI hasta su desaparición a mediados del actual siglo. Esto era algo que ya sospechábamos antes de conocer el libro atribuido a Juanelo, porque la simple contemplación de una navata, o la observación detenida de los trabajos de quienes la construyen, traen a nuestra mente imágenes de lo inalterable, de lo que no tiene evolución posible, de lo que, reconociendo su imposible transformación muere sin intentar alterarse un poco en las postrimerías para acomodarse a los tiempos antes de morir.
Tal vez para concluir estas líneas sobre la historia de algo que no tiene historia -si no es la cuantitativa- porque no ha tenido evolución, resulte útil hablar de los últimos tiempos del oficio. Comenzó nuestro siglo con malos augurios para los nabateros. Llegaron al Pirineo ingenieros que proyectaron presas, canales y centrales eléctricas. Se emprendieron en la segunda década de nuestra centuria obras en las cabeceras de los ríos: primero las más fáciles, pequeñas presas, saltos eléctricos que aprovechaban desniveles naturales, centrales pequeñas. Concluyeron estas primeras obras fáciles -relativamente- y baratas; pero la demanda energética continuaba y los ingenieros planificaban obras cada vez mayores, cada vez más lejos del nacimiento de los ríos. A la vez surgían proyectos para regar los resecos Somontanos, Monegros y las riberas. En los años veinte comenzaron a llevarse a la práctica estos proyectos: se construyeron presas, túneles y centrales en las Sierras Exteriores, allí donde éstas son cortadas perpendicularmente por los ríos que bajan de los Pirineos. Algunos de los tradicionales cauces navateros quedaron bloqueados, varios fueron entubados en largos túneles y otros canalizados hacia las turbinas.
En la misma época se construyeron carreteras que, siguiendo los valles de los grandes ríos, unían el valle del Ebro con los bosques pirenaicos. Hacia 1930, como consecuencia de las ventajas ofrecidas por el transporte por carretera y de las dificultades fluviales, el tráfico nabatero había casi desaparecido.
Pero luego llegó la Guerra Civil y después la posguerra -coincidente con la Segunda Guerra Mundial- con su secuela de autarquía y de carencia de vehículos y de combustible. Toda España se ruralizó y retrocedió varias décadas. Las nabatas renacieron y -superando las dificultades ofrecidas por las obras realizadas en los ríos- volvió a resurgir el viejo oficio nabatero. Este resurgimiento fue corto en las regiones más prósperas y más largo en las más deprimidas. Allí donde los recursos eran mayores, éstos alcanzaron pronto para comprar camiones. Donde la pobreza era mayor, el viejo sistema de transporte duró más. En Cataluña, los raiers abandonaron su oficio entre 1928 y 1930, y ya no lo reemprendieron tras la guerra. En Navarra se dejó definitivamente hacia 1945. Los nabateros sobrarbeses continuaron bajando troncos por el Cinca hasta 1949. Muchos de los nabateros que vivian en Puyarruego y Laspuña aprendieron su oficio después de la Guerra Civil y que fueron los que enseñaron a los "nuevos nabateros" de la Asociación de Nabateros del Sobrarbe las artes del oficio para su conservacion. 
En un libro de cuentas de Mariano Pallaruelo , nabatero de Puyarruego, hay una anotación que sin lugar a dudas es el epitafio del tráfico almadiero en España, porque detalla la venta de la última madera que llegó a Tortosa por el río. Dice simplemente: "31 de julio de 1949. Factura n.° 3, venta de 65 metros cúbicos de madera de pino rollo 1.1 clase a José Audi de Tortosa. Venta autorizada a 400 ptas. metro cúbico, 26.000 ptas."1.
En 1983, por iniciativa del Instituto Aragonés de Antropología y con la finalidad de filmar una película, aprovechando la asesoría de viejos profesionales del oficio, se fletaron dos nabatas que recorrerían el trayecto entre Laspuña y Aínsa.
La iniciativa fue recogida por el Ayuntamiento de Laspuña y desde entonces hasta la fecha todas las primaveras se han organizado descensos con carácter de exhibición en aguas del río Cinca.
La que fue una de las más duras profesiones a las que el hombre de la montaña ha tenido que recurrir para garantizar su supervivencia aprovechando sus propios recursos, ha pasado a ser una cita anual a la que acuden miles de personas atraídas por lo singular y exclusivo del espectáculo.
Es una cita con una secuencia de nuestra historia rescatada del olvido y convertida en un espectáculo que tanto los viejos veteranos del oficio como las nuevas generaciones ofrecen con respeto y orgullo.
Nabateros de Laspuña y Puyarruego han colaborado en esta nueva andadura de la que fue su profesión, participando en cuantos descensos se han organizado tanto a nivel comarcal como nacional o internacional. En 1987 se organizó en Laspuña un encuentro entre raiers catalanes, alrnadieros navarros y nabateros aragoneses. En 1988 participaron en el 1 Encuentro Internacional en la Pobla de Segur (Lérida). En 1989 se asiste al encuentro "Europa in Zattera" organizado en Belluno (Italia), en el que participaron numerosas asociaciones hermanas de todo el continente. Este mismo año se organizaba también en las mismas fechas que el encuentro de Italia, un descenso en Laspuña. El mismo día y a la misma hora, a 1.500 km. de distancia unos de otros, nabateros del Sobrarbe participaban en dos exhibiciones distintas destinadas a lo mismo: recordar una vieja profesión, estrechar lazos de amistad y promocionar unas comarcas de montaña.
(Extraído del libro "Las Navatas", transporte de troncos por los ríos del Altoaragón" escrito por Severino Pallaruelo).

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